La ética es tan antigua como el
hombre y ha tenido diversos enfoques de acuerdo con cada época. La ética nace
propiamente con Sócrates, quien trato de buscar las normas de la vida humana y
de enseñar la moral a sus contemporáneos.
Los valores influyen en los
patrones de comportamiento de la sociedad. Inicialmente las concepciones éticas
se confundían con las religiosas; y así, en el antiguo Egipto una religión de
inmortalidad, justicia y bien obrar era el sustento de la moral. Los antiguos
germanos se distinguían por su aprecio
al honor, que aparece como principio ético fundamental y marco de las demás
virtudes: libertad, valentía, amistad y fidelidad. La moral en Japón se
caracteriza por su fuerte ethos
articulado en virtudes militares como la disciplina, la lealtad, el
nacionalismo y el honor. De esta manera, el ethos
o los valores han definido el destino del hombre, su posición en la historia.
A lo largo de la historia, el
respeto a los principios, valores y a la ética no ha sido practicado por la
mayoría de las personas. De hecho la práctica de la ética siempre ha estado en
una minoría frente a la realidad histórica dominante; aun así, los valores no
desaparecen porque no se cumplan. La moral ha tenido como ideal el
comportamiento individual de excelencia para mejorar la forma de convivencia.
¿Puede hablarse de ética en este
momento histórico? Pareciera que ésta ha perdido su razón de ser y que ha sido
sustituida por otros sistemas de interpretación del valor humano. Los valores
se orientan preponderantemente hacia el dinero, el poder y el éxito económico,
aunque también se le concede importancia a la libertad y a la dignidad.
Si bien es cierto que el
individualismo es un requisito lógico de una sociedad liberal, también es
verdad que la sociedad está dirigida por las leyes del mercado en las que el
culto al consumo y a la publicidad influye en los sistemas educativos que a su
vez se enfocan a la trasmisión de conocimientos científicos y tecnológicos y
descuidan la formación de las personas y de los valores.
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